La conservación del injerto, un reto capital

La extracción de un órgano para su trasplante conlleva una interrupción de la vascularización (conjunto de vasos sanguíneos que irrigan el organismo, los órganos…), causante de muerte celular. Para evitarlo, se perfunde el injerto con una solución refrigerada, pues la hipotermia permite disminuir el metabolismo celular. Esta perfusión enfría el órgano, elimina la sangre del donante y aporta los componentes necesarios que mantienen un metabolismo celular «de base».

La conservación del órgano se hace de dos maneras:

  • Utilización de una máquina de perfusión (práctica habitual en EE.UU. pero muy poco frecuente en Europa).
  • Conservación estática que consiste en colocar el injerto, previa perfusión hipotérmica, en un recipiente estéril y añadir la solución de conservación hasta que cubra completamente el órgano.

La escasez de injertos implica la extracción de injertos cada vez más alejados de los receptores, lo que supone una prolongación constante de los intervalos de isquemia fría (detención de la circulación sanguínea). Esto crea la necesidad de desarrollar envases cada vez más eficientes para las soluciones de conservación de órganos.